domingo, 5 de junio de 2011

LA HISTORIA QUE NO SE LEE NI SE CUENTA

La poca difusión de la problemática de los pueblos indígenas y las comunidades en el norte argentino tuvo esta semana un ejemplo claro: una comunicadora de la provincia de Tucumán fue censurada por intentar hablar sobre el llamado Malón de la Paz.

En 1946 desde la ciudad de Abra Pampa en Jujuy, unos 174 kollas sometidos a una explotación extrema partieron a pedirle al gobierno de Juan Domingo Perón la restitución de las tierras que les correspondían. Los autores de la gesta caminaron unos 2 mil kilómetros desde la Puna hasta Buenos Aires. Después de una cobertura periodística de casi tres meses, el grupo de indígenas no logró resolver el conflicto por las tierras.

El malón que venía desde Jujuy llegó a la Plaza de Mayo. Los recibieron con flores. Perón los atendió, abrazó a dos indígenas en el balcón de la Casa Rosada y les dijo que “den por hecho lo pedido”. Luego el gobierno los alojó en el Hotel de Inmigrantes. La noche del 28 de Agosto a la madrugada, cientos de soldados rodearon el hotel, bajaron a patadas a los kollas, los tiraron desde las escaleras, los llevaron desnudos en el tren y por último, los tiraron en Abra Pampa. Allí, los esperaban los capangas con los látigos de siempre.

Casi 55 años después, en una de las ciudades donde el Malón de la Paz había sido mejor bienvenido, una columnista de radio es censurada por hacer mención al episodio histórico que no forma parte de ningún manual escolar. “Los medios te muestran que apoyan a los pueblos originarios. Cuando se apaga la luz roja, lo primera que dicen es no seamos como los indígenas porque vamos a quedar pegados y van a decir que el Norte es solo de indios”, relata Griselda Gutiérrez la conversación que tuvo con su compañero de trabajo.

“Es muy poco lo que sale sobre pueblos originarios, sólo se les da inclusión en los medios alternativos. La voz de los pueblos originarios es siempre a pulmón”, explica. Gutiérrez tiene ascendencia kolla, vive desde los 20 años en Tucumán, se dedica a estudiar dialectos indígenas e investiga desde hace varios años lo que ocurrió en con el Malón de la Paz.

“Había estado en Abra Pampa y me enteré que no hay ninguna placa. A los pies de un cerro hice la promesa de difundir el tema Cuando regresé a Tucumán me comuniqué con los investigadores y empecé a conocer una cultura muy rica”, recuerda Gutiérrez.

“En la época que vivía en Buenos Aires se hablaba de manera despectiva sobre los indígenas, la cultura andina daba vergüenza. Cuando tomo contacto con el Malón de la paz empiezo a investigar los principios de la cultura coya y me sorprende lo completa de la cultura. Me enamoré de una cosmovisión o cosmosentimiento andino”.

La columna de los sábados ya era habitual para Gutiérrez, pero la última semana la radio le pidió que levara por escrito cuales eran las líneas que iba a leer y como iba a encarar el tema del Malón de la Paz. “El programa está hace 13 años que está en el aire. Por cuestiones de amiguemos y de política se fueron acomodando personas que no estaban de acuerdo conmigo. Me dijeron que iba a escribir lo que iba a decir en el trascurso del programa y que recién ahí cuando lo analizaran me darían el okey. Algo muy autoritario que nunca me abía pasado”.

A pesar del episodio de censura, Gutiérrez cree que la sociedad tucumana en general está cambiando y que su forma de apreciar la lucha indígena es, al menos en algunos sectores, distinta. “A partir de estos cinco años, se empezó a tener un poco mas visibilidad de los pueblos originarios en la movida nocturna. Antes no había lugares donde se pudiera bailar carnavalito. Ahora, empezaron a surgir artistas vienen a tocar en las peñas y que apoyan el reclamo indígena”.

“Yo siento como simple observadora que la adhesión a los pueblos originarios va en aumento. Están tomando un protagonismo el tiempo del silencio se cumplió”.

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